Fue en enero del año pasado, justo por estas fechas, cuando le dije a mi esposa por primera vez: "Parece que la tierra está empezando a moverse". Era mi forma de expresar lo que había estado sintiendo durante las semanas anteriores: lo que en español se denomina a veces un "presentimiento"; una vaga sensación o premonición de un cambio, aún invisible, pero en movimiento... y aproximándose.
No podría expresarlo con palabras exactas: la sensación que tuve fue similar a la que todos podemos sentir cuando se aproxima un cambio de estación; cuando un frío fresco sustituye al calor de una mañana de verano; o el momento en el que empezamos, casi por reflejo, a buscar camisas de manga larga o suéteres en nuestros armarios con la llegada del otoño. Nadie tiene que decir nada. Simplemente ocurre y se siente. Llega una nueva estación. La Tierra empieza a cambiar.
En el transcurso de 2022, el "cambio de la tierra" para mi esposa Jessica y para mí implicaría una constante revelación de acontecimientos imprevistos. Algunos de estos acontecimientos serían profundamente desagradables, otros extraordinariamente hermosos: el nacimiento de una nueva nieta, la muerte de una figura paterna; una amenaza para nuestro ministerio con los sin techo, una reestructuración de mi negocio; nuestro hijo menor que se hace adulto, el final de una tarea parroquial y el comienzo de una nueva. Innumerables nuevas y hermosas experiencias en el ministerio. Todas ellas introducen en nuestras vidas, no sólo un cambio, sino una nueva estación.
Puedo imaginar que este nuevo sentido de la estación, esta idea de que la tierra se mueve, fue precisamente lo que Nuestra Señora pudo haber percibido en las semanas y meses anteriores a su fiat, su "sí" a concebir en su seno, y a ser Madre de Jesús, el Hijo del Padre Eterno. En mi imaginación espiritual veo a María con la sensación de que se acerca un cambio profundo, difícil, pero al mismo tiempo maravilloso. Un cambio que, a su vez, se desvelaría en una serie de acontecimientos sobrecogedores, tiernos y aterradores al mismo tiempo. Es hoy cuando la Iglesia universal marca ese cambio de estación, ese "cambio", no sólo de la tierra, sino del universo, al celebrar la Solemnidad de María, la Madre de Dios.
Y es muy apropiado que esta solemnidad tenga lugar el 1 de enero, cuando toda la familia humana da la bienvenida a un nuevo año civil, con todas sus promesas y posibilidades. ¿Qué cosas nuevas te esperan? ¿Qué promesas? ¿Qué dificultades? ¿Qué oportunidades? ¿Qué retos? ¿Qué nuevos comienzos? ¿Qué conclusiones finales? Enfrentarse a estas preguntas puede ser desconcertante, pero las respuestas pueden encontrarse en el viaje de la vida - un viaje de estaciones - un viaje en el que la tierra cambia a menudo. Un viaje en el que sólo una relación profunda y duradera con Jesucristo puede equiparnos de verdad. Una relación con Cristo que sea coherente, afectuosa y honesta. Una relación llena de frecuentes conversaciones y contemplaciones. Una relación como la de una Madre con su Hijo. Una relación como la de María.
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